(Nota escrita en Octubre, 2011)
Hace casi dos años Milka, nuestra criolla tuvo una camada de 5 cachorros… nunca supimos en qué momento quedó embarazada, pero decidimos recibir a esos chiquitines con todo el amor que les sabemos dar. Fueron 4 machos y una hembra… una hembra absolutamente divina, con orejas amarillas, una mancha blanca entre sus ojos y la punta de la colita blanca. Parecía un bernés… y entonces todo encajó! Supimos quién era el papá 🙂 Los 4 machos se fueron y esta hembra se quedó.. y aquí está su historia…
Pascua nació después de navidad, el 27 de diciembre del 2009. Milka estaba tranquila en el guacal, haciendo lo que tenía que hacer.. Nosotros (Henry, Manuela y yo; y Ana María desde la barriga de la mamá) la acompañamos en su proceso de dar a luz, viendo la maravilla de la naturaleza. Era una cosita chiquitica… Al ir creciendo, fue la más grande de la camada, con su cabeza cuadrada, llena de vitalidad. Fue la primera que aprendió a chillar, la primera que aprendió a salirse de la partera, la primera que comía, la primera que aprendió a ladrar… era una loca, de cola larga, mordelona y metida. Hacía todas las necedades que puede hacer un cachorro y más de una vez le sacó la piedra al papá y a la mamá!

Con el tiempo fue madurando, pero vivía a su manera. Le gustaba marranear todo el día con Max, y de vez en cuando le buscaba juego a su mamá. Milka no jugaba con nadie más. Sólo con ella. Era una loca juguetona, movía esa cola larga cada vez que me veía y no sé cómo, aprendió a hacer el mismo ruido que hace Milka cuando bosteza… Casi nunca se quedaba quieta, hasta que Henry o yo llegábamos a rascarle el cuello y las orejas… en ese momento se quedaba como una estatua…
Los perros del colegio siempre le buscaban juego. Era la primera en salir a jugarles, y la primera en hacer desorden… Nunca aprendió a coger la pelota, pero era la única en la casa que hacía porte de objetos… de zapatos, de trapos sucios, de ropa del canasto… siempre sacaba alguna cosa y la dejaba en el mismo lugar todas las veces… razón por la cual, a pesar de que no la cogiéramos haciendo necedades, sabíamos quién había sido…
Pascua era una perra campesina… nació en nuestra casa en Guaymaral y la única vez que salió, fue para la cirugía de esterilización. A los dos días ya estaba saltando por todos lados, sin importar cuántas veces le dijéramos que se quedara quieta para que no se le abrieran los puntos…
A la hora de dormir era juiciosa… ya sabía cuál era su guacal, aunque a veces le gustaba hacerse la difícil… daba vueltas y vueltas, hasta que se hacía regañar… pero eso sí, saltaba como si tuviera resortes en esas patas y parecía tener la agilidad de un gato…
Pascua es uno de esos amores extraños en la vida… uno de esos perros que aunque te sacan canas, te hacen inmensamente feliz… y así la quiero recordar. Como una perra llena de vitalidad, de ganas de jugar, ganas de correr, de saltar, de hacer desorden, de gozarse la vida por más corta que pueda ser!!!

Hoy se fue, no sé por qué… la extraño como sólo alguien que ha tenido un animal puede extrañar. Es un amor diferente, limpio, sano y sin rencores. Es un amor que siempre bate la cola… y así me voy a quedar. Con este hueco en el alma en forma de huella de perro, pero batiendo la cola… así como era ella siempre.
Hoy mis perros me han dado una lección de vida. Mientras nosotros llorábamos al lado de Pascua, ellos me buscaban juego, me lamían, me daban la mano y me pedían que los rascara. Ellos son sabios. Ellos saben que Pascua no estaba más aquí…
Ahora miro por la ventana del altillo y la extraño. Extraño verla batir su cola al lado de los otros perros. Extrañaré servirle su comida y rascarle las orejas…
Sólo espero que cuando sea mi hora, ella esté ahí como siempre: batiendo su cola larga
y esperándome para que le rasque sus orejas…
Te quiero mi Pascu… todos te vamos a extrañar…
